Menos de un año ha separado las muertes de los artistas creadores del Santuario de la Virgen del Camino. Fray Francisco Coelho de Portugal (1926-2013) y Josep María Subirachs (1927-2014), fueron arquitecto y escultor respectivamente, de una obra tan visitada por los leoneses como desconocida en sus pormenores. Coelho de Portugal firmó su ópera prima en el año 1961; había finalizado la carrera de arquitectura en el año 53 y comienza su noviciado en el 54. La realización del colegio apostólico y el Santuario de la Virgen del Camino, cuyos mecenas fueron Pablo Díez y su esposa, Rosario Guerrero Díez, se demora casi seis años, iniciándose en 1955 y finalizándose en el 61, año en que Coelho de Portugal se ordena dominico. En la década de los cuarenta del pasado siglo, la iglesia dicta por primera vez unas normas para regular la construcción de los templos. Los recientes acontecimientos históricos marcan una tendencia hacia la huida de toda artificiosidad. Se trataba de:
“(…) recuperar el valor expresivo de las cosas humildes. (…) La Iglesia Católica se estaba moviendo entre la búsqueda de una humildad conforme con el evangelio primitivo, y una renovación de los valores de la gloria en la cual había estado asentada durante tanto tiempo.” (Fernández Cobián: 2011, 116)[i]
El dominico se convirtió en el más prolífico de los arquitectos de obra religiosa llegando a rubricar a lo largo de su vida más de 300 proyectos. Curiosamente y a pesar de ser su primer trabajo, el Santuario de la Virgen del Camino es una de su obras más valoradas. En ella se reflejan las características de esa arquitectura despojada en la que las líneas simples y los espacios vacíos prevalecen. Francisco Roa Rico describe con detalle el Santuario de la Virgen del Camino en la revista Tierras de León[ii] justo el año en que se termina. Así, sabemos que su planta es un rectángulo de 15 por 50 metros, que el chapado de las paredes es de piedra caliza de la localidad vallisoletana de Campaspero o que el suelo es de madera de Guinea. También se comenta la confección de los altares, de una sola pieza o la desaparición de los confesonarios, así como la existencia de un recinto tras el retablo en el que una escalera permite subir a besar el manto de la Virgen del Camino. La luz ilumina el templo a través de una gran vidriera en el muro oeste, ventanas al sur y un lucernario sobre el altar. Quizá la característica más destacada sea el campanario exento de 53 metros de altura que se remata con una cruz y es visible en varios kilómetros a la redonda. Contaba Coelho de Portugal en el marco de unas Conversaciones de Arquitectura Religiosa celebradas en Barcelona en el año 1965 que cuando Pablo Díez le pidió enriquecer un poco el aspecto del Santuario, él sugirió que el “lujo” fuese concedido al apartado de la escultura, del cual se ocupaba Subirachs. Pero esa es otra historia…
Texto: María Gómez
Fotografía: Antonio Juárez