El Monte de San Isidro es un espacio natural situado entre León y Carbajal de la Legua. Formaba parte de una gran finca llamada El Corral de la Media Legua y la Diputación lo adquirió en los años 40. En una parte de este monte se ha creado un Parque Público de 22 hectáreas y en 2013, más de 85 hectáreas se declararon Zona Natural de Esparcimiento. Pinos, robles y encinas conviven con una fauna variada que incluye numerosas especies de aves además de ardillas, corzos, jabalís, conejos…
Pero de lo que queremos escribir hoy es del Parque Escultórico que alberga. En el año 2007, la Diputación colocó cinco esculturas a lo largo de la avenida principal del Parque Público. Las esculturas son de cuatro artistas leoneses de reconocido prestigio: José Luis Casas Paramio, Castorina, Juan Carlos Uriarte y Juan Villoria. La intención inicial era la de continuar ampliando el proyecto añadiendo más obras, pero han transcurrido siete años y la magnífica iniciativa, como tantas otras, se quedó en vía muerta.
De José Luis Casas Paramio se exhibe la pieza “Reencuentro”, creada en 2005 utilizando dos materiales, granito y acero soldado, que dialogan en la naturaleza.
Castorina muestra en San Isidro una “Mujer en reposo” en piedra de Moka de Portugal. En una entrada anterior de nuestra página ya señalábamos que el cambio de escala de esta pieza la realizó el grupo Scapellino. La escultura original fue creada artista maragata en 1999.
Juan Carlos Uriarte expone dos esculturas de acero soldado y piezas industriales ensambladas realizadas en el año 2000. Su “Gárgola que mira al sur” evoca esas otras catedralicias tan conocidas por los leoneses. En “Asterión” interpreta el mito del minotauro en clave metálica.
Por último, de Juan Villoria podemos contemplar su ”Trinitas Aequalis”, formada por tres piezas de granito de la Sierra de Guadarrama en las que juega con volúmenes y superficies. La obra, de 2007, contiene inscripciones de temática mística en sus caras interiores por lo que puede leerse como un gran libro de piedra.
La experiencia de pasear por el entorno del parque y detenerse junto a estas esculturas es de una riqueza enorme. Poder rodearlas y tocarlas para apreciar la obra en sus mínimos detalles es todo un lujo; lástima que esta iniciativa haya sido de tan corto recorrido.
Texto y fotografía: María Gómez