En el pórtico occidental de la catedral leonesa, concretamente a la izquierda de la puerta de San Juan hay una serie de cabezas esculpidas a las que el tiempo ha tratado de forma desigual. Todas ellas son variaciones del mismo tema, el llamado “hombre verde”, presente en la arquitectura religiosa románica y, sobre todo, en la gótica.

La denominación “hombre verde” es relativamente reciente. En los años 30, la folklorista y erudita inglesa Lady Raglan, acuña el término “Green Man” para referirse a esas cabezas foliadas que aparecían recurrentemente en algunos estilos arquitectónicos. Las cabezas foliadas son elementos decorativos que mezclan la efigie humana con motivos vegetales. Las hojas, flores y tallos se disponen alrededor de las cabezas de formas diversas: bien alrededor, bien a modo de máscara o saliendo de la boca, la nariz, las orejas…
Las iconografías románica y gótica tienen un origen variado. A menudo se tomaban símbolos profanos y se les otorgaba luego un significado cristiano. Este parece ser el caso del hombre verde. Lady Raglan y otros estudiosos piensan que proviene de Persia y otras regiones de Oriente, y que fue traído a Europa por mercaderes venecianos. Otros autores señalan que procede de antiguos seres mitológicos y dioses europeos como el Cernunnos celta, el griego Dionisios o el romano Silvano. Lo que parece claro es que estas figuras simbolizarían el poder de la naturaleza, el triunfo de la vida sobre la muerte, el retorno de la primavera tras el invierno. Esta representación del carácter cíclico de la vida deriva sin duda de religiones paganas, pero no es difícil encontrar en el cristianismo esas mismas ideas cuando se habla, por ejemplo, de la resurrección de la carne.

Respecto al uso de estos hombres verdes en la arquitectura religiosa existen dos interpretaciones que no me parecen excluyentes. Por un lado la que ve al “Green man” como una reminiscencia profana despojada de su significado original y usada como simple motivo ornamental y, por otra, la que afirma que su presencia en los templos cristianos quiere recordar a los fieles el pecado, sobre todo el de la lujuria. Su presencia en el arte medieval de todo el oeste europeo muestra que los constructores de la Edad Media incluían este motivo en su obra de forma habitual. Así lo demuestra el Livre de Portraiture de Villard de Honnecourt, un cuaderno de un maestro de obra del siglo XIII que se encuentra en la Biblioteca Nacional de Francia.
Los hombres verdes en la Catedral de León
Las cuatro cabezas foliadas de nuestra catedral habrían sido esculpidas a finales del siglo XIII. Debemos recordar que el templo está construido con la piedra caliza de Boñar. Este tipo de material es muy vulnerable a la contaminación, las vibraciones y los cambios de temperatura. El agua y el viento han hecho mella en nuestras figuras, especialmente en las que se sitúan más al exterior, siendo la más interna y por tanto la más protegida, la que mejor se conserva.

Como señalamos antes, las dos cabezas exteriores están peor conservadas, sobre todo la primera. Aun así, se aprecia que ésta es la más exuberante y menos humanizada. Los tallos salen de la boca y los ojos, y las hojas envuelven el cráneo dándole una apariencia vegetal. La segunda cabeza tiene un aspecto más humano, los ojos están más liberados y los tallos salen sólo de la boca. En la tercera figura prosigue esta tendencia antropomórfica que ya es clara en la cuarta cabeza, donde las hojas de acanto la rodean en forma de máscara. ¿Quisieron con esto simbolizar una progresiva espiritualización del hombre? No lo sabemos. En las fuentes que hemos manejado no mencionan casos similares.
En los hombres verdes de la catedral de León los motivos vegetales escogidos son dos. En las dos cabezas exteriores se trata de hojas de vid y en las dos interiores, de acanto. El uso decorativo de ambas plantas está ampliamente extendido desde la antigüedad en muchas culturas del arco mediterráneo y también en oriente.

La vid se asociaba en Grecia precisamente a Dionisios, el dios de la vegetación, que representaba el poder vivificador de la Naturaleza que algunos quieren ver como origen de los hombres verdes.
En cuanto al acanto, desde tiempos inmemoriales simbolizaba la inmortalidad. El acanto fue utilizado en los capiteles corintios cuyo diseño es atribuido por la leyenda a un escultor llamado Calímaco. En el siglo I a. C, el autor romano Marco Vitrubio Polión cuenta en su obra “Los diez libros de Arquitectura” cuál habría sido el origen del orden corintio (en el siglo IV a. C) y el papel que en él tuvo el acanto:
El tercer Orden, que se llama Corintio, imita la delicadeza de una doncella ; pues las doncellas, teniendo por su poca edad ayrosos y esbeltos los miembros, son susceptibles de mayor delicadeza y elegancia en los adornos. Refiérese que su capitel se halló de esta manera. Una doncella de Corinto ya casadera murió de enfermedad. Después de enterrada, tomó su nutriz en un canastillo algunos vasos de licores que mas la habian gustado en vida, y llevándole al sepulcro , le colocó encima, y le cubrió con un ladrillo , para que se conservasen mas tiempo. Vino á caer casualmente el canastillo sobre la raiz de un acanto, la qual llegada la primavera, comenzó á brotar en hojas y tallos; los quales no pudiendo subir rectos por el peso del canasto, fueron saliendo por abaxo, y creciendo arrimados á su rededor. Llegados los tallos á tocar los ángulos volantes del ladrillo, no pudiendo dirigirse mas arriba, se volvieron por precisión, y se doblaron sus cogollos hacia abaxo en los ángulos, donde formamos las volutas. Calímaco entonces, que por la destreza y habilidad en tallar mármoles, era llamado en Atenas Catatechnos, pasando junto al sepulcro, reparó en el canasto y en la lozanía del acanto crecido á su contorno, y agradado de la novedad y belleza, hizo colunas en Corinto á aquella imitació, y fixó las proporciones; que puestas en práctica , vinieron á establecer el Orden Corintio. (Libro IV. Capítulo I)*
Normalmente los hombres verdes no suelen esculpirse en lugares tan visibles y accesibles, ¿por qué entonces aparecen éstos en un lugar tan evidente como el pórtico y a la altura de la mirada? Podemos especular e inventarnos la razón por la que el maestro de obra dejó tan manifiesto en la catedral de León este símbolo de origen pagano, pero su intención original nunca la conoceremos.
Texto: María Gómez
Fotografía: Antonio Juárez