La antigua casona de los Arriola, situada en Santibáñez de Porma, es la sede de la Fundación Ángela Merayo. Este singular edificio fue testigo en los años cuarenta de un siniestro episodio: el secuestro y posterior asesinato del ingeniero Emilio Zapico Arriola. Tras la tragedia, la familia cedió las dependencias al Obispado, y fue el Obispo Almarcha quien las transformó en preseminario, convirtiéndolas en lugar de paso de niños que más tarde podrían seguir formándose en el Seminario Menor de la carretera de Asturias. El propio obispo residía temporadas en la casa y solía pasear hasta el molino que se levanta junto al Porma.
Una vez dejó de funcionar como preseminario, la casona languideció, siendo apenas utilizada en campamentos de verano o esporádicas visitas escolares.
Y así la encontraron Ángela y Jesús, su esposo, cuando buscaban un lugar para realizar un viejo sueño.
Ángela Merayo nació en Ponferrada y pasó su infancia y juventud en la capital berciana y en Bembibre. En León estudió Magisterio, y ejerció como maestra en distintas escuelas. Sin embargo, su vocación pictórica, que ella misma reconoce muy temprana, hizo que diese un giro a su vida y se trasladase a Cataluña. En la Escuela Massana de Barcelona estudió pintura y recubrimiento mural y en el Cercle Artistic de Sant Lluc de Barcelona y la Escola de Estiu Internacional de gravat de Calella, grabado. Ha realizado exposiciones en España, Alemania, Italia, Francia y también en Japón.
La elección de la casona Arriola como sede de la Fundación cristalizó tras visitar otros posibles enclaves en la provincia. Ángela y Jesús buscaban un edificio espacioso que estuviese en la naturaleza, pero no demasiado aislado, y el antiguo preseminario reunía esas características. Así, en 2011 la Fundación comenzó su andadura , prácticamente sin apoyo institucional, inaugurando su primera exposición en 2014. Telas al viento reunió la obra de casi 80 aristas contemporáneos españoles y extranjeros, y dio forma a ese sueño de Ángela de:
“(…) crear en nuestra tierra de origen un centro encaminado a la creación y difusión artística, que fuera al tiempo contenedor de mi propia obra y espacio expositivo en el que pintores, escultores y artistas visuales en general encontraran la posibilidad de exponer temporalmente sus creaciones”
La ambición de la Fundación Ángela Merayo es convertirse en un centro vivo de cultura en el que se lleven a cabo actividades de todo tipo, incluyendo la posibilidad de funcionar como residencia temporal a creadores de distintas disciplinas. También pretende formar parte de un mapa cultural de la comarca que incluiría la Fundación Cerezales, la ruta de los monasterios, el Museo de la Fauna Salvaje y otros muchos lugares de interés a pocos kilómetros a la redonda.
Varias obras de la artista berciana conforman lo que pretende ser una exposición permanente. En nuestra visita, hemos contemplado algunas de la serie Conversaciones con Tagore, El despertar del ser, Mediterránea, Megalits y otras. La espiritualidad, el signo y el símbolo, y la trascendencia, son constantes temáticas en su obra. Las creaciones de Ángela Merayo se exhiben en distintas dependencias del edificio, incluida la capilla, un espacio diáfano y luminoso desde cuyos muros nos observan diversos santos leoneses representados en vidrieras de vivos colores.
En el amplio patio, hay una escultura de Amancio González y, a la entrada, tras el portón de madera, una pieza de Maiko Maeda nos da la bienvenida. Es un placer deambular por este lugar en el que también el cercano monasterio de Eslonza está presente en un gran arco y otros ornamentos.
Esta primavera una nueva exposición colectiva verá la luz, pero eso será otra historia.
Para finalizar nuestro artículo, tomamos prestadas las palabras que en 1998 Crémer escribió para el catálogo de la exposición Los signos mágicos:
“Ángela Merayo, una leonesa del Bierzo luminoso, regresa a su tierra con las manos llenas de sorprendentes signos. Merece la pena asomarse a su misterio.”
*Para visitar la Fundación Ángela Merayo, contactar en el teléfono 987 319150
Texto y fotografía: María Gómez