En una entrada anterior, ya nos referimos al reciente fallecimiento de Josep María Subirachs.
El escultor catalán ganó por concurso el encargo de elaborar la parte escultórica del Santuario de La Virgen del Camino. La obra se demoró desde 1958 a 1961. El escultor escogió para la portada el tema de Pentecostés representando a los doce apóstoles y a la Virgen María iluminados por la llama del Espíritu Santo. Las figuras de bronce miden casi seis metros y pesan más de setecientos kilogramos cada una. El friso del santuario culmina la etapa expresionista del artista. Las esculturas del Santuario son figuras alargadas, dramáticas y distorsionadas; Roa Rico las describe como “de factura estalagmítica” y, aunque este autor no emplea el adjetivo de forma elogiosa, a nosotros nos parece acertadísimo. En el friso se sustituye a Judas Iscariote por San Matías y tanto a éste como a los apóstoles los representa con algún elemento característico. La figura de la Virgen es más fina y en su mano se posa la paloma que simboliza el Espiritu Santo.
Subirachs creó también las cuatro puertas de bronce de acceso al santuario.
“Todas estas puertas tienen su superficie trabajada de forma que semejan estar desgastadas por la acción del tiempo y los relieves aparecen como emergiendo, a manera de palimpsesto, de un fondo borroso y desdibujado” (Roa Rico: 1961, 54)[i]
En la puerta de la fachada Oeste representó escenas de la vida de Cristo y de la Virgen y también talló la frase “Ora pro nobis”. Otras dos puertas se abren en la fachada sur: la del obispo San Froilán, en la que aparecen la efigie del santo, un plano de la Catedral de León y el escudo leonés y la puerta del Pastor, en la que se recuerda la historia de Alvar Simón Fernández. En esta puerta hay una piedra incrustada que simboliza la que que la propia Virgen arrojó con la honda del pastor para marcar el lugar en el que quería que se le levantase el Santuario. Por último, en el norte se abre la de San Pablo; junto con la figura del santo y escenas de la lapidación de San Esteban aparece la siguiente frase: ”Si hablando lenguas de hombre y de ángeles no tengo caridad soy como el bronce que suena y el címbalo que retiñe” (Primera Carta a los Corintios 13, 1-7). Esta puerta está en cierto modo dedicada al mecenas de la obra, Pablo Díez.
Subirachs también es autor del Sagrario, el púlpito, el Cristo, los candelabros, las lámparas, el altar y la pila de agua bendita.
Después de su trabajo en el santuario de la Virgen del Camino, Subirachs abandonó el arte religioso y desarrolló un estilo muy ligado a la abstracción. Sin embargo, en los años ochenta del pasado siglo, acepta el encargo de realizar la Fachada de la Pasión del templo de la Sagrada Familia. El escultor vivió, tal y como hizo Gaudí en su época, en una vivienda situada en el recinto. Durante veinte años creó más de 100 figuras en piedra y cuatro puertas de bronce. La polémica en torno a esta obra fue tal que incluso se organizaron manifestaciones en su contra.
Dada la talla de Josep María Subirachs, nos parece que la obra sobrevivirá con creces al escultor y que episodios como éste se convertirán en mera anécdota. Nuestra ciudad es afortunada al contar con el trabajo que el catalán realizó en el Santuario de la Virgen del Camino, pleno de calidad, originalidad y belleza.
Texto: María Gómez
Fotografía: Antonio Juárez
[i] ROA RICO, Francisco, Tradición y modernidad en el arte religioso: el Santuario de la Virgen del Camino. Tierras de León: Revista de la Diputación Provincial, Vol1, n.2, (1961), pp.45-56.