La grafiosis acabó con el negrillón de Velilla de la Reina. Más de 800 años tenía…
En 1990 José A. Alonso-Santocildes escultor oriundo de Grisuela del Páramo y carrizano de adopción, presenta un proyecto que pretende dar una segunda vida al simbólico árbol. Tras cinco años de duro trabajo se inaugura el conjunto escultórico. Las ramas del negrillo lucen ahora figuras representativas de la tierra: guirrios, la velilla (torre de vigilancia de origen medieval), San Roque, la Virgen del Camino, que allá por el siglo XVI se apareció al pastor velillense Alvar Simón Fernández…

El negrillo comparte rincón con la deteriorada Iglesia de San Pelayo. De origen renacentista, todavía pueden apreciarse sus fuertes muros laterales, una portada de sillería del Barroco y un arco apuntado. Nos preguntamos por qué en vez de restaurar esta pequeña joya, el Obispado decidió construir un nuevo templo. Ahora el edificio pertenece al Ayuntamiento de Cimanes del Tejar y en tiempos de crisis los fondos para tal menester escasean.
Pero volvamos al árbol. Durante las obras realizadas para la consolidación de sus raíces, se descubrió un pequeño cementerio datado del siglo XII. Tres tumbas antropomórficas recogían los restos de unos veinte individuos. Hemos sabido que sus huesos se recogieron en un saco y se dejaron en el cementerio aledaño a la vieja iglesia; privados de su descanso eterno ¿se lamentarán de su suerte?
El rincón del negrillo conoció tiempos mejores. Cualquier obra situada a la intemperie necesita de un cuidado y mantenimiento continuos. Alonso-Santocildes presentó hace cuatro años un proyecto para proteger la obra pero las administraciones competentes han dado la callada por respuesta.
El escultor comenta con tristeza el estado de “Mi gran obra como escultor y artista” y se lamenta: “El día que se caiga cogerán un tronco y dirán «es de Santocildes…»” Añade también, como ejemplo de la desidia, el hecho de que uno de los caños del negrillón, quizá el más significativo y trabajado, se esconde bajo un nido de cigüeñas desde hace años.
A pesar del parcial abandono que sufre, el rincón tiene un encanto especial y sorprenderá muy gratamente al viajero que se acerque a Velilla de la Reina.
Texto: María Gómez
Fotografía: Antonio Juárez