Aunque palentino de nacimiento, Julio del Campo puede considerarse leonés de una pieza. En León dejó gran parte de su obra y también descansa en paz en un espectacular mausoleo de nuestro cementerio.
Su trabajo más importante se halla en el número 9 de la calle que lleva su nombre. Julio y su esposa donaron a la ciudad el edificio en 1917. Albergaba dos escuelas en su piso inferior y la vivienda del maestro en el superior. La fachada de la construcción es magnífica. A pesar de su pésimo estado de conservación, se pueden apreciar su monumentalidad y singularidad. Contiene más de 600 palabras y bustos en relieve de distintos personajes reconocidos a nivel mundial unos y más local otros.
Aunque el edificio está protegido, de momento las autoridades responsables ni actúan ni difunden su existencia. En septiembre de 2014 se anunciaron las esperadas obras, veremos lo que ocurre. La restauración es delicada por tratarse de piedra arenisca pero el coste de la obra se compensaría por el valor y la belleza de la fachada. Debemos señalar que el interior fue completamente remodelado cuando se cedió a ASPRONA hace más de 30 años por lo que no queda nada de las escuelas originales.
El lacianego Julio Ruiz Miranda ha empleado buena parte de su vida en estudiar la figura del filántropo leonés sacando a la luz muchos datos prácticamente desconocidos o, simplemente, ya olvidados .Así, sabemos que, además de los edificios de los números impares de la calle que lleva su nombre, Julio del Campo promovió en 1897 la construcción de la casa situada en Ordoño II, 25. En la parte de atrás tenía su casa y su taller pero no han sobrevivido ninguno de ellos. Por nuestra ciudad se hallan desperdigadas otras obras menores: la placa del número 1 de la calle Julio del Campo, otra en Juan Madrazo, una más en la Avenida de Palencia, además de una lápida en honor a Juan del Enzina en la Calle Ancha y relieves en la calle Colón. También en el pueblo de Tolibia de Abajo se conserva un busto dedicado a un apreciado maestro de la localidad.
Y así estamos; el viento, la lluvia, la contaminación, algún que otro desalmado…y la fachada deteriorándose a pasos agigantados. Unos por otros, la casa sin barrer.
Texto: María Gómez
Fotografía: Antonio Juárez