Rafael y Carmen se conocieron en Madrid, donde ambos trabajaban. Él, oriundo de Extremadura, de la localidad de Reina, en Badajoz; ella, leonesa, de Valdorria. Los dos estuvieron vinculados a tareas educativas. Carmen en los Servicios Centrales del Ministerio de Educación y Rafael en la docencia y los servicios de Inspección Técnica. Ahora, una vez jubilados, han cambiado el ajetreo capitalino por la calma de Valdorria, «un lugar que cautiva a todo el que llega” afirma Rafael.
En Valdorria termina la carretera, las montañas se elevan por encima del pueblo y muy abajo discurre el regato de Valdecésar que poco más adelante desemboca en el Curueño. Rafael menciona la obra de Julio Llamazares “El río del olvido”; “esto sí que está un poco olvidado” dice. En el pueblo viven permanentemente 3 personas y entre 15 y 20, entre las que se encuentran Rafael y Carmen, pasan aquí largas temporadas, “hasta que el tiempo nos echa”. Este año, Valdorria fue el último pueblo al que llegaron las quitanieves tras la nevadona. La carretera hasta la aldea es empinada y sinuosa. El día que nosotros subimos, el sol lucía entre nubes y una bandada de buitres planeaba por encima de las peñas.
Valdorria es conocida sobre todo por la ermita de San Froilán, una pequeña construcción erigida en donde se supone que el santo pasó años de vida ermitaña rodeado de alturas y profundos barrancos. El 1 de mayo se celebran sus rogativas y Valdorria recibe a miles de visitantes que suben los escalones tallados en la roca.
Ahora, además de la ermita y de las numerosas rutas naturales, el pueblo cuenta con otro reclamo, una biblioteca muy singular que se inauguró precisamente un 1 de mayo del año 2013. La antigua escuela, cerrada desde finales de los sesenta, acoge esta biblioteca inesperada que nació de la mano de la Asociación de Amigos de Valdorria. En la entrada, un cartel en el edificio de piedra reza: Biblioteca de los Maestros Rurales. El nombre es un homenaje a aquellos docentes que trabajaron en las perdidas aldeas de la montaña leonesa.
Rafael nos ofrece lo que llama “la visita guiada” y nos cuenta cómo en los inicios se enviaron misivas a todas las instituciones españolas (La Casa Real, el Presidente del Gobierno, las distintas Comunidades Autónomas…) y también a las embajadas de aquellos países a los que los valdorrianos emigraron, como Argentina, México, Alemania, Francia, Brasil y Estados Unidos. Señala que, excepto Brasil, todos respondieron amablemente y enviaron cartas y donaciones de libros para los fondos de la biblioteca. Nos enseña entre otros, un facsímil de la Constitución Española, un precioso libro editado con motivo del tricentenario de la Biblioteca Nacional o una completa colección de volúmenes enviados por la Junta de Andalucía. Pero también hay otros libros de valor humano y sentimental incalculables como el que utilizó el padre de Rafael, Brígido Millán, para enseñar a sus hijos y a otros muchos a leer y escribir. Brígido, pastor de ovejas, aprendió las letras en la mili y una vez que llegaron a su vida, se convirtió en “maestro”, porque maestro es sobre todo quien enseña, quien comparte lo que sabe con quién no sabe y quiere aprender.
En la “visita guiada” hay muchas sorpresas y curiosidades porque, aunque la biblioteca es pequeña, hay bastante que contar. El edificio necesita arreglos y lo que fue la vivienda del maestro en la primera planta, sirve apenas como almacén. En Valdorria sueñan con poder acondicionarla y ampliar sus actividades con charlas, exposiciones… Rafael ha calculado que entre 15 y 20000 personas pasan por Valdorria cada año. El grueso de los visitantes acude el 1 de mayo pero otros muchos vienen a lo largo de los meses para hacer rutas de montaña y visitar la ermita. La biblioteca puede convertirse en un atractivo más del pueblo. Hasta la televisión acudió para hacerse eco de su existencia. El libro de visitas que deja constancia de las impresiones de aquellos que ya la han visto y los préstamos realizados a lo largo de sus dos años de existencia, demuestran que esta biblioteca es posible.
Texto: María Gómez
Fotografía: Antonio Juárez