Aunque palentino de nacimiento, Julio del Campo puede considerarse leonés de una pieza. En León dejó gran parte de su obra y también descansa en paz en un espectacular mausoleo de nuestro cementerio.
Su trabajo más importante se halla en el número 9 de la calle que lleva su nombre. Julio y su esposa donaron a la ciudad el edificio en 1917. Albergaba dos escuelas en su piso inferior y la vivienda del maestro en el superior. La fachada de la construcción es magnífica. A pesar de su pésimo estado de conservación, se pueden apreciar su monumentalidad y singularidad.
Rafael y Carmen se conocieron en Madrid, donde ambos trabajaban. Él, oriundo de Extremadura, de la localidad de Reina, en Badajoz; ella, leonesa, de Valdorria. Los dos estuvieron vinculados a tareas educativas. Carmen en los Servicios Centrales del Ministerio de Educación y Rafael en la docencia y los servicios de Inspección Técnica. Ahora, una vez jubilados, han cambiado el ajetreo capitalino por la calma de Valdorria, «un lugar que cautiva a todo el que llega” afirma Rafael. En Valdorria termina la carretera, las montañas se elevan por encima del pueblo y muy abajo discurre el regato de Valdecésar que poco…
Esconde el Bierzo rincones de una intimidad niña, frágil y sobrecogedora, donde el verso aquel de la soledad sonora y de la música callada no necesitan explicarse. Callada, sí, pero bien templada y poblada de acordes que se oyen con el corazón. Bien mirado, tan hecho de campo y de peñas, el Bierzo se hizo para leerlo con los pies como canta Quintín Cabrera. Hoy, con el paso corto y firme que obligan los años, andamos la vereda del arroyo de La Silva; lo que antaño fue un camino principal hoy apenas se distingue entre una confusión de pistas y…
En León y alrededores había niebla aquella mañana del 28 de diciembre de 1947. Hacia las 8:30, los vecinos de la zona escucharon unos fuertes ruidos procedentes del cielo. Se produjo entonces un gran impacto en la calle Real del pueblo de Reliegos. Todos pensaron que se trataba de un accidente aéreo, posiblemente de uno de los aviones del aeródromo de la Virgen del Camino. Pero no, no era un avión, era un meteorito.
Al ver la roca humeante, el temor de que fuese una bomba hizo que se avisara rápidamente a las autoridades, y el entonces ingeniero del aeródromo, C. Rodríguez Arango llegó al lugar poco después.